Intervención del presidente del Gobierno en el acto por el vigésimo aniversario de la legalización del matrimonio igualitario

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Museo del Traje, Madrid
INTERVENCIÓN DEL PRESIDENTE DEL GOBIERNO, PEDRO SÁNCHEZ

Buenos días y gracias a todos y a todas.

En primer lugar, a la ministra, a Ana, querida ministra de Igualdad; al presidente del Gobierno, a José Luis Rodríguez Zapatero; al ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, que me contaba la anécdota de que, en efecto, el presidente Zapatero habló con él precisamente después del día que se aprobó la ley de matrimonio entre personas del mismo sexo. También a Fran, el delegado del Gobierno en Madrid, al resto de autoridades. Y no quería tampoco dejar de pasar la ocasión para felicitar a la presidenta de la Federación Estatal LGTBI+ y también al resto de los movimientos asociativos que, durante tantos años, como aquí se ha recordado, han estado luchando por una causa que a todos nos conmueve, nos compromete y desde luego nos llena, nos llena de orgullo.

Recordaba a la hora de preparar esta intervención con mi equipo que hace 20 años, Carlos y Emilio se dieron el sí quiero. Ellos fueron la primera pareja del mismo sexo que pudo hacerlo en España. También es cierto que su noviazgo fue mucho más largo de lo que pueda ser habitual, pero una relación como la suya tuvo que esperar hasta tres décadas, se dice pronto, para que su historia constara en los registros oficiales. No porque no estuvieran convencidos, que no era el caso, no porque no estuvieran preparados, que llevaban muchos años preparándose para ello. Sencillamente porque no podían. Era nuestro país quien evidentemente no estaba a la altura de ellos, de ellas y por tanto, de su compromiso.

Y no lo estuvo hasta ese 30 de junio de 2005, en el que ese día España se convirtió, como ha dicho antes el presidente Zapatero, en un país más libre y también más justo, más justo, como aquí se ha reivindicado. Ese día no solamente ganó el amor, como ha dicho el presidente Zapatero -y además creo que se dice con muy buena intención- sino que, y esto es lo más importante, ese día ganó la libertad, la libertad, la libertad de decir sí quiero, como reza la campaña del Ministerio de Igualdad, sin que nadie te diga que no puedes. Porque de eso se trata y se trataba entonces: de ser libre para no pedir perdón por quien uno es, ni permiso para hacer lo que lo que uno quiera. Se trata de mirar y de habitar el mundo sin miedo.

Esa es la libertad que se conquistó hace 20 años. Una libertad que, sin duda alguna, no está vacía de contenido, aunque pierda ciertamente perspectiva para la opinión pública. No está vacía de contenido 20 años después. Una libertad, en definitiva, que marca toda una vida.

Por eso creo que este 20 aniversario es un acto, como se ha dicho antes, de orgullo, de memoria y diría también que de agradecimiento. De orgullo. Sin duda alguna aquí se ha dicho por parte de los representantes de los colectivos. No ha sido fácil, no fue fácil entonces, no lo ha sido nunca. España fue el tercer país del mundo en aprobar el matrimonio igualitario, el tercero detrás de los Países Bajos y también Bélgica. Y sí, presidente, Beatriz, el primero en reconocer a estas parejas el derecho de adopción. En un mundo que entonces nos miraba con cierto escepticismo y diría también por encima del hombro, pues incluso con escándalo fuimos valientes como sociedad.

Y cuando dimos ese paso y dijimos basta es verdad que la sociedad española acompañó. Hay muchas veces en las que se aprueban leyes que la sociedad española a lo mejor, por mucho que haya una mayoría parlamentaria, cuesta entender. No fue el caso del matrimonio igualitario.

Es cierto que tampoco fue en su conjunto, como aquí se ha recordado. Duele recordar manifestaciones que una minoría llenó de gritos, de miedo al cambio, de normalización de lo que existía en la calle, pero no en el Parlamento y en su ordenamiento legal. En aquel momento nos habrían llamado Woks si existiera entonces ese término. Y en su lugar nos llamaron amenaza, aberración, error histórico. En definitiva, acusaron a todos aquellos que estábamos apoyando y ayudando este tipo de conquistas, de romper la familia, como antes se ha recordado.

Hoy, 20 años después, podemos mirar a los ojos del pasado y decir que no se rompió nada. Presidente, José Luis Rodríguez Zapatero. No se rompió nada. Al contrario, lo que hicimos fue fortalecer nuestra sociedad porque construimos a partir de realidades. Ensanchamos el significado de las familias, de las familias, en plural. Y lo hicimos tanto que hoy, incluso los hijos, las hijas de quienes entonces alzaban las pancartas pueden amar libremente, pueden casarse, pueden formar la familia que sus padres y sus madres negaron a otros, pero que ahora tampoco podrían negarles a ellos.

Así que, en primer lugar, orgullo, mucho orgullo. El orgullo de haber sido valientes, de haber sido pioneros, abriendo camino a otros países que han seguido nuestro ejemplo posteriormente, sabiendo que evidentemente, como aquí se ha dicho, queda todavía muchísimo camino por recorrer.

Hay un aspecto también que me parece muy relevante reivindicar en este acto, junto con el orgullo, y es la memoria, porque hay muchas generaciones y generaciones de personas del colectivo LGTBI+ que durante muchos años se han sentido perseguidos, o se han visto obligados al exilio como consecuencia del no reconocimiento de esa diversidad a la cual antes hacía referencia la ministra.

Recordamos que los derechos, por tanto, no caen del cielo, sino que se conquistan. A veces con alegría, otras veces con rabia, pero siempre con fuerza, con convicción, como aquí se ha dicho.

Recordamos que los derechos siempre llegan a tiempo para unos, pero también tarde para para otros. Desde 2005 -y esta es una cifra que a mí me ha llamado profundamente la atención- más de 8 millones de personas han nacido en España. Y para ellos, la idea de que dos mujeres o dos hombres puedan casarse o formar una familia es absolutamente normal, porque no han conocido otra cosa. Y eso me parece que es extraordinario Y reivindica el poder transformador y de progreso de la política. Pero al mismo tiempo hay que recordar, hay que hacer memoria. Hubo muchos hombres y mujeres, hubo muchas parejas que vivieron juntas 30 o 40 años, los que fueren, y nunca pudieron casarse. Hubo quienes sufrieron insultos, palizas, incomprensión, incluso también dentro de sus hogares. Quienes fueron internados, quienes fueron condenados, quienes fueron asesinados. Y eso también debe dolernos en un momento como el actual, porque incluso cuando ganamos hay heridas que el tiempo nunca podrá ser posible que lo borre. Por tanto, qué orgullo sentirían todos ellos de esta España que es hoy. Por eso, hoy, creo, como bien se ha reivindicado antes, hay que reivindicar la memoria.

Y finalmente, yo creo que por mi parte, como presidente del Gobierno actual, debemos tener palabras de agradecimiento. Sin duda alguna, a quienes empujaron para que la ley cambiara, a los activistas que nos acompañan, a los que ya no están, a las asociaciones, a los colectivos, a los familiares, que también empujaron y mucho, porque se reconocieran estos derechos. También a los responsables públicos que, con su firma, con su voto en las Cortes Generales o con su palabra, dijeron que ya era hora. Hoy, evidentemente, no podemos recordar esta conquista sin nombrar a quien le puso rostro y corazón y mucho verbo elocuente como era Pedro Zerolo. Yo tuve ocasión de coincidir con él trabajando en el Ayuntamiento de Madrid hace ya muchos años o también, lógicamente, al presidente José Luis Rodríguez Zapatero. Pero me vais a permitir y yo creo que lo vais a compartir conmigo, que es relevante que agradezcamos el voto valiente de los grupos parlamentarios que hicieron posible esa mayoría: los diputados y diputadas del Partido Socialista Obrero Español, los diputados y diputadas de Izquierda Unida, de Esquerra Republicana, del Partido Nacionalista Vasco, de Coalición Canaria, dos diputados de Convergència y una diputada del Partido Popular. A todos ellos, gracias.

Desde entonces no hemos parado y queda mucho por hacer. El matrimonio fue el principio, no el final. Lo ha dicho antes la ministra. Recuperamos el derecho de todas las mujeres a las técnicas de reproducción asistida que habían sido eliminadas por la anterior administración conservadora, sacamos adelante, como decía antes, la ministra, la llamada ley Zerolo, para que discriminar nunca volviera a salirle gratis a quien prefiriera esos insultos y ese odio, y llevamos al Boletín Oficial del Estado la Ley trans y la Ley para la Garantía de los derechos LGTBI. Y, además, algo importante, hace dos años, como sabéis, pusimos en marcha el servicio 28, una línea de atención integral para quienes necesitan ayuda, apoyo o simplemente que alguien les escuche sin juzgarles. Cada paso que hemos dado ha sido una conquista de libertad. Y como sabéis, a principios de este mes el Grupo Parlamentario Socialista, al cual yo pertenezco, dio un paso muy importante también, un paso más, registrando una importante proposición de ley para llevar las terapias de conversión al Código Penal. Porque los únicos que deben cambiar son los que odian. Los únicos que deben convertirse para encajar en esta sociedad son ellos.

Por eso quiero mandar un mensaje a todas las personas LGTBI, a todos aquellos que alguna vez os dijeron que erais un error, que teníais que cambiar o que no erais suficiente. Quiero deciros que lo que intentan borrar de ti hoy lo vamos a proteger por ley. Lo que intentaron borrar de ti este país, España, lo abraza, lo reconoce y lo celebra.

Veréis, sé que todos los que estamos aquí somos conscientes de que hoy vivimos en una España mejor, sin duda alguna, pero que no somos un país perfecto porque un país perfecto no sufriría ni tampoco lloraría el asesinato de Samuel Luiz, no permitiría que aún haya adolescentes que sienten miedo, que no se atreven a contar quiénes son, que sufren acoso en su instituto o silencio en su casa. En un país perfecto no hay personas mayores que vivieron décadas en el armario y ahora no saben si podrán envejecer en paz. No vivimos en un país perfecto. No somos un país perfecto, no somos una sociedad perfecta porque aún resurgen, como aquí se ha recordado, discursos que disfrazan el odio de libertad de expresión, que niegan identidades, que agitan el miedo, que intentan borrar las palabras, lo que costó décadas construir con vidas.

Y tampoco vivimos en un mundo perfecto. De hecho, nuestro mundo es cada vez más hostil, más bélico, más proclive al conflicto y a la confrontación, más susceptible de sucumbir a los cantos de sirena de guerras que nunca traen nada bueno. Y lo sabemos porque a lo largo de la historia del siglo 20 nos ha enseñado al conjunto de la sociedad, a golpe de sangre y fuego, que las guerras nunca traen nada bueno y nunca hay vencedores, sino que somos todos perdedores. Por eso las preguntas que tenemos que hacernos son: ¿dónde ha quedado nuestra apuesta por la paz?, ¿Por qué nos resignamos a renunciar a la palabra para resolver conflictos? Yo hoy quiero reivindicar la diplomacia, el diálogo, el multilateralismo como la mejor forma de que nuestros pueblos convivan en un planeta que compartimos.

A esos discursos de guerra y de odio les decimos claramente que podrán hacer mucho daño como están haciendo, pero que no van a ganar. No mientras tengamos voz y memoria. No mientras sepamos que cada derecho conquistado costó demasiado como para dejarlo en manos de cínicos o de cobardes, porque los derechos tampoco se tallan en piedra, como estamos viendo en otros muchos países donde se está revirtiendo muchas de las conquistas que lograron durante décadas.

Por eso los derechos tampoco se tallan en piedra, como decía, pero este país ya eligió avanzar y no vamos a permitir que lo devuelvan al armario, al silencio o al miedo. España no es Hungría, y permítame la simplificación porque evidentemente la sociedad húngara merece todo nuestro respeto, España no es Hungría, pero las calles de Madrid sí serán las de Budapest, porque este orgullo reivindicamos todo lo que nos queda por conquistar aquí, pero también lo que hacemos por todos aquellos que no pueden alzar la voz en sus países.

A todos ellos les digo España es vuestra casa Porque aquí, en España, hemos aprendido que la libertad no es un destino, es un compromiso diario. Y este país, el que hace 20 años abrió la puerta, que ya no se va a volver a cerrar, tiene muy claro de qué lado de la historia quiere estar. Que lo escuchen bien, tanto dentro como fuera. Aquí no se retrocede, aquí se avanza y se mira siempre hacia adelante. Aquí se vive efectivamente con orgullo, orgullo de país y orgullo de su gente.

Muchas gracias y enhorabuena.

(Transcripción editada por la Secretaría de Estado de Comunicación)

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