Barbón: "Ahora cabalgamos la buena ola, que nos lleva a la mejor Asturias y nos devuelve nuestra creencia en el porvenir"

El presidente del Principado, Adrián Barbón, ha asegurado hoy que, pese a estar finalizando la legislatura más difícil de la historia, "ahora se está cabalgando la buena ola, la que nos lleva a la mejor Asturias y nos devuelve nuestra creencia en el porvenir"

Barbón ha asistido a la Convención de Delegados y delegadas de UGT en Asturias, donde ha recordado que su proyecto "involucra a toda la sociedad, por lo que ha pedido el apoyo de UGT para ser parte de la década del cambio". El jefe del Ejecutivo, ha insistido en que Asturias está a la cabeza de la transformación industrial.

A continuación reproducimos la intervención íntegra del presidente del Principado, Adrián Barbón, en el acto:

INTERVENCIÓN del PRESIDENTE DEL PRINCIPADO DE ASTURIAS, ADRIÁN BARBÓN

XXVI Convención de Delegados y Delegadas de UGT Asturias

Me siento en casa. Empiezo con esta afirmación para agradeceros la invitación a participar en vuestra convención. Para un presidente socialista siempre será un honor compartir algunas reflexiones con la Unión General de Trabajadores. Intentaré hablaros del presente y del futuro de Asturias, esa nueva frontera que ya estamos cruzando juntos.

Esta misma mañana visite la depuradora de Villaperi. Gracias a un proyecto impulsado por el vicepresidente Juan Cofiño, las aguas residuales serán utilizadas para abastecer algunos polígonos industriales. Una de las empresas interesadas es EDP, que prevé invertir 244 millones en Aboño para producir hidrógeno verde con destino a su propia térmica, a las instalaciones de DuPont y la cementera de Tudela Veguín.

Lo he resumido a propósito para no extenderme en detalles técnicos. Lo importante es que tenemos ante nuestros ojos un ejemplo de economía circular que, a su vez, contribuirá a suministrar el combustible del futuro -ese nuevo carbón que es el hidrógeno verde- a tres compañías encaminadas a la descarbonización. Algo impensable hace apenas unos años.

A veces nos cuesta trabajo reconocer los grandes cambios. Ocurre como cuando, acostumbrado a encararte cada día con el espejo, tropiezas con una fotografía de la adolescencia y, de repente, te reencuentras con otro período de tu vida, casi una vida diferente.

Pues eso es lo que está sucediendo en Asturias. Que dentro de un tiempo reconocerá que hoy, en 2023, ya ha entrado en otra etapa de su historia.

Echad la vista atrás, a 2019, al inicio de esta legislatura. Tenéis experiencia sindical y sabéis que en cada momento se impone un discurso público. De aquélla, el miedo y la resistencia a la transformación industrial eran hegemónicos. No lo digo como un reproche: tenía y tiene toda la lógica del mundo que una sociedad escaldada por el impacto de las sucesivas reconversiones desconfiara de la transición energética.

Esta misma mañana habéis asistido a una conferencia pronunciada por Luis Ángel Colunga. Otro de los nuestros, si me permitís la expresión, y comisionado del PERTE de descarbonización, un plan extraordinario nutrido con recursos europeos para facilitar el paradigma verde y sostenible.

Sí, cómo hemos cambiado. Hoy hemos asumido que el tránsito ecológico no sólo es un paso obligado hacia otra economía y la única garantía de supervivencia, sino también la mejor oportunidad para el desarrollo de Asturias. Echad las cuentas y pensad cuándo coincidieron tantos proyectos de modernización, con un desembolso multimillonario de inversiones. Si sabemos aprovecharla, estamos ante una ocasión histórica. Ahora toca sincerarse y descubrirse ante el espejo: el Principado está evolucionando día a día a una voluntad de vértigo para situarse a la vanguardia de la nueva revolución industrial que vive Europa. Dicho con otras palabras, llegó el momento de Asturias.

Al principio advertí que me sentía cómodo entre vosotros. Con esa confianza, entended que me libere un tanto de los corsés institucionales y me permita ciertos desahogos con los ojos puestos en las elecciones de mayo.

En los pocos minutos que llevo en esta tribuna he conjugado varias veces el verbo cambiar o algún sinónimo. Sabéis que yo mismo he acuñado la expresión la década del cambio para referirme al horizonte de 2033, a todos los esfuerzos que han de culminar en la construcción de la mejor Asturias.

Inconscientemente, asociamos cambio a mejora, pero sabemos que no siempre ocurre así. Por desgracia, a veces se cambia a peor. Seguro que coincidimos en varios ejemplos:

• La legislación laboral se puede modificar para debilitar la negociación colectiva, como decidió el Partido Popular, o reformar para recuperar derechos, como ha hecho el Gobierno de España.

• Con el sistema de pensiones ocurre lo mismo. Se puede consolidar su futuro mediante la subida de la base máxima de cotización a los salarios más altos o, al contrario, tolerar que las personas jubiladas pierdan poder adquisitivo. A mí no me cabe duda de cuál es el modelo que prefieren los 300.000 pensionistas asturianos. Por fortuna, ahora está en buenas manos, con Luisa Carcedo al frente del Pacto de Toledo.

• Y otro tanto cabe decir de la implantación de la renta básica o el aumento progresivo del salario mínimo.

Por lo tanto, cuidado y rigor con las palabras. Cuando yo propugno la década del cambio estoy abogando por continuar avanzando, no por retroceder. Eso también se llama involución, aunque se envuelva con el celofán de la novedad.

Por fortuna, en nuestra tierra contamos con un detector casi infalible. Basta con distinguir entre quien habla bien de Asturias y quien se obceca en el mantra de la decadencia. De nuevo echo mano de algunos ejemplos:

• Si analizamos el mercado laboral, quienes confían en el porvenir del Principado subrayarán que hoy hay 12.761 personas menos en paro y 8.879 afiliadas más a la Seguridad Social que en 2019. Dirán que aún no es suficiente, pero que vamos por el buen cambio.

• Si nos referimos a la inversión extranjera, quienes se identifican con la década del cambio aplaudirán que Asturias haya sido la segunda comunidad donde más aumentó el año pasado (un 555%).

• Si hablamos de turismo, quienes militan en el orgullo de pertenencia celebrarán que el Principado haya batido todos sus récords de visitantes y estancias en 2022.

• Si atendemos a las comunicaciones, reconocerán que, junto a las carencias ferroviarias que aún sufrimos, el aeropuerto ofrece la mejor oferta de vuelos de su historia.

• Si repasamos la apuesta por la ciencia y la innovación, tomarán nota de que Asturias ha pasado en un cuatrienio de dos a doce centros de I+D+i.

• Si, por último, hablamos de los recursos europeos, quienes ejercemos algún cargo institucional nos alegramos de la buena ejecución del programa Next Generation y de que las autoridades comunitarias destaquen la capacidad gestora del Principado. Otros pillan un berrinche cuando la realidad y personas con mayores responsabilidades que la suya desmienten su soberbia y sus desprecios a la Administración autonómica.

Cierro la enumeración. Al contrario que en esos pasatiempos que ofrecen dos dibujos casi idénticos y desafían al lector a encontrar las diferencias, aquí son tan evidentes que hacen daño a la vista.

Para quien tenga dudas, le propongo una última prueba, la política tributaria. Nosotros hemos puesto en marcha la vía fiscal asturiana, basada en ayudas y deducciones selectivas para beneficiar a las personas que más lo necesitan. Otros insisten en la deflactación, un engañoso café para todos que favorece a las rentas más altas. Hacen algo peor aún: proponen recortar ingresos sin especificar dónde reducirán el gasto. No aclaran, por ejemplo, si a cambio de los saldos fiscales optarán por cerrar hospitales comarcales, escuelas rurales, centros de salud o la TPA, que parece que también les molesta.

Hasta ahora he intentado lanzar dos mensajes.

El primero, que Asturias está a la cabeza de la transformación industrial en España.

El segundo, que debemos preocuparnos de resaltar las diferencias. No podemos sentirnos indiferentes ante el 28 de mayo porque es mucho lo que está en juego.

Me queda un tercer mensaje. Hace unos años recurrí con frecuencia a la expresión "o cambiamos o nos cambian". Aludía a otra situación, pero también es aplicable en este contexto.

El 28 M, los asturianos y las asturianas van a elegir entre un buen número de ofertas políticas. Hay muchas maneras de clasificarlas. En esta ocasión permitid que, en vez de agruparlas en los bloques de derecha e izquierda, que siguen teniendo todo el sentido, las resuma en dos opciones: o cambiamos -es decir, nos hacemos dueños y dueñas de nuestro destino- o nos cambian -esto es, nos dejamos ir a remolque, sumergidos en el discurso del lamento y arrastrados por la fuerza de los acontecimientos.

A lo largo de todo este mandato, desde los discursos de investidura y toma de posesión, he trabajado por la primera alternativa: que Asturias gobierne su futuro. Para conseguirlo, teníamos que pasar de la negación y la resistencia, una actitud consolidada durante décadas, a recuperar el liderazgo. Se trataba de elegir entre quedarnos a la orilla o, como dicen los surfistas, pillar la buena ola.

Ha sido una legislatura muy difícil. La más complicada de la historia autonómica, partida por la pandemia, castigada por la crisis y lastrada por la inflación.

Pero aquí estamos, cabalgando la buena ola, la que nos lleva con fuerza hacia la mejor Asturias, la que nos está devolviendo las riendas de nuestro propio porvenir. Ese es un proyecto que supera a un gobierno y a un partido, que exige la involucración plena de la sociedad.

Como estamos en casa, me atrevo a pedíroslo a todos y todas vosotras, representantes de la UGT: ayudadnos en ese propósito, acompañadnos en la década del cambio. Esta es la hora porque por fin llegó el momento de Asturias.